Agonizando en la Oración
El Diccionario Bíblico de Easton define la oración como, “una conversación con Dios; el intercambio del alma con Dios, no en contemplación o meditación, sino dirigida a Él.” Sin embargo el Nuevo Diccionario de la Biblia dice,
En la Biblia la oración es la adoración que incluye todas las actitudes del espíritu humano en su acercamiento a Dios. El cristiano adora a Dios cuando le alaba, confiesa, y le suplica en oración. La actividad más noble de la que es capaz el espíritu humano, puede pensarse como la comunión con Dios, entretanto se ponga el énfasis en la iniciativa divina. El hombre ora porque ya Dios ha tocado su espíritu.”
La oración, como decía Calvino en sus Instituciones, es “la manera en la que penetramos hacia las riquezas que están atesoradas para nosotros con nuestro Padre celestial.” Y Pablo en este pasaje, nos asegura que la oración debe ser, entonces, un estilo de vida para los creyentes.
John MacArthur dice que la oración debe ser como respirar. Ningún hombre puede vivir si deja de respirar o si sostiene su respiración. De la misma manera ningún hombre que se diga cristiano puede vivir sin orar. El cristiano que no ora es como el hombre que sostiene su respiración. La oración es la respiración espiritual del alma.
El problema es que muchos de nosotros somos culpables de sostener nuestra respiración espiritual. Somos tan débiles! Por ejemplo, yo nunca tengo sueño, excepto cuando estoy orando. Puedo estar trabajando en mi computadora, leyendo, estudiando, etc. Pero sólo cuando estoy orando siento mis ojos cerrarse de sueño.
Persevero en muchas cosas, pero nunca quiero ser constante en la oración. Siempre quiero leer más libros, escribir más, tener más tiempo para cosas vanas, pero nunca quiero tener más tiempo para dedicarme a la oración.
Y eso es precisamente porque la oración no es natural para nosotros. La oración no es el deseo de nuestra carne, sin embargo debemos educar y disciplinar a nuestro cuerpo y mente para que se dedique a tan noble actividad.
La Biblia nos ofrece un sinnúmero de ejemplos de hombres dedicados a la oración, y también ejemplos de hombres que fallaron en ella. Quizás el mejor ejemplo nos lo ofrece nuestro Señor Jesucristo. En el Nuevo Testamento leemos como se levantaba muy temprano para orar. También se nos dice que pasaba toda la noche orando. También se nos habla de cómo después de largos días de trabajo ministerial se alejaba de todos para dedicarse a la oración.
Pero, quiero que noten una característica muy particular de las oraciones de Jesús. Vayamos un momento a Hebreos 5: 7,
Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.”
Una de las características más importantes de las oraciones de Cristo fue su intensidad. Literalmente eran agonizantes. Leamos lo que nos dice Lucas 22: 44, “Y estando en agonía, oraba más intensamente.” Y Mateo nos cuenta que este proceso lo repitió en tres ocasiones (Mateo 26: 38-46). Tan intensas eran las oraciones de Jesús que el médico Lucas escribe que, su sudor era, “como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22: 44b).
Ahora comparen estas descripciones con los milagros de Jesús. Cuando leemos de todos los milagros que hizo el Señor: curación de ciegos, cojos, mancos, sordos, leprosos, y hasta la resurrección de Lázaro, lo que es particular es que nunca se nos escribe que Jesús hubiese gastado gran cantidad de energía. En ellos siempre leemos que Jesús hacía estos milagros sin mayores problemas.
Nunca agonizó Jesús al sanar a un ciego o a un sordo. Ni siquiera cuando estaba alimentando a más de cinco mil personas. Pero cuando oraba, descargaba toda su energía y toda su alma a Su Padre. La Biblia nos dice que agonizaba en la oración.
Es lo mismo que leemos de la iglesia primitiva. La iglesia del Nuevo Testamento se caracterizaba por sus oraciones. Leemos por ejemplo en Hechos 1: 14, “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.”
En Hechos 12: 5, el relato del arresto de Pedro leemos, “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.”
O el mismo Pablo que habla tanto sobre la oración en sus epístolas escribe a los Romanos,
Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis [sunagonizomai= que conmigo agonicen en oración] orando por mí a Dios” Romanos 15: 30
No sólo los evangelios nos muestran esta característica que debe pertenecer a los creyentes, esto es, la perseverancia en la oración, sino como hemos visto también en todas las epístolas, se nos hace un llamado a ello (Ef 6: 18; 1 Tes 5: 17; 1 Tes 3: 10). Agonizamos nosotros, como lo hizo Cristo, en la oración?
sujetosalaroca.org
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Excelente exhortación. Aprecio también la nota de humildad al confesar tus propias luchas, con las cuales me identifico totalmente. Bendiciones.