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El “problema” del mal

May 19, 2020

Para muchos ateos el problema del mal en el mundo es un fuerte argumento en contra del teísmo Cristiano. Si el Dios de la Biblia, dicen ellos, es Todopoderoso, infinitamente bondadoso, misericordioso, y, si Él es amor, como lo afirmó el apóstol Juan (1 Juan 4:8), entonces la realidad de la presencia de tanta maldad en el mundo sería la prueba más clara de que el Dios de la Biblia no existe.

Mi intención no es mostrar aquí cómo esa afirmación refuta el propio argumento ateo, sino admitir que como Cristianos el problema del mal no es ajeno a nosotros. Hoy, en medio de esta pandemia, muchos Cristianos se preguntan cómo puede Dios permitir que tantas personas, entre ellos muchos creyentes, sufran de la manera en la que están sufriendo. “¿Cómo es posible,” se preguntan, “que Dios permita que tantos miles de personas mueran por causa de un virus?” “¿Cómo es posible que Dios permita que tantos millones de personas, incluyendo miles de creyentes, queden sin ese trabajo con el cual traían sustento a sus familias?” “¿Cómo es posible que Él permita que sus iglesias no se puedan reunir durante un período de tiempo tan largo?” Estas preguntas son legítimas. Si Dios es Dios, ¿cómo justificamos nosotros los creyentes todo este mal que vemos en el mundo en el que vivimos?

Bueno, lo que debemos saber es que el “problema” del mal en el mundo ha sido abordado por la Iglesia desde sus inicios. La teodicea, como se le llama en teología, un término acuñado por Gottfried Leibniz, filósofo alemán del siglo XVII, es el intento de justificar la bondad y la justicia de Dios frente a la maldad existente en el mundo. Lo que debemos tener claro es que “problema” del mal en el mundo tiene una solución. Esa es la razón por la cual  uso ese término entre comillas. No porque no sea algo legítimo, sino porque, como veremos, es un problema aparente para los seres humanos, pero con una respuesta bíblica.

Lo primero que debemos admitir es que desde nuestra perspectiva, con nuestras limitaciones mentales, siendo criaturas finitas, la realidad del mal en el mundo, existiendo un Dios todopoderoso y bueno nos parece problemático. Y las Escrituras dan testimonio de esta realidad. Gedeón, por ejemplo, uno de los jueces que Dios le dio a Israel, sintiendo la amenaza moabita, le preguntó al ángel de Jehová: “Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas” (Jueces 6:13). ”

¿Cómo es posible,” es la pregunta del juez israelita, “que siendo Dios todopoderoso haya permitido que este gran mal nos haya sobrevenido? ¿No sacó Él ha Israel de Egipto con todos esos milagros? ¿Cómo es posible, entonces, que nosotros estemos ahora en esta situación?” El profeta Habacuc se preguntó lo mismo,

Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él (Hab. 1:13)

Para el profeta era una verdadero problema que siendo Dios todopoderoso, bueno, perfecto, santo y justo, el impío siguiera haciendo el mal. Es más, para él era inconcebible que su pueblo, el pueblo de Dios, pudiera experimentar tal calamidad como la que le había sido anunciada de parte de Dios siendo Él quien era.

Y cuando continuamos leyendo las Escrituras vemos destrucción, muerte, plagas, asesinatos, y muchas otras cosas más ocurriendo bajo el gobierno de Dios. De nuevo, ¿cómo podemos conciliar esto? ¿No es un verdadero problema para el teísmo bíblico?

Bueno, permítanme mostrarles la solución. El “problema” del mal existe porque los hombres tiene un mal entendimiento de al menos dos cosas: primero, un mal entendimiento del Dios de la Biblia; y segundo, un mal entendimiento del hombre y del mundo en el que vivimos.

El entendimiento de Dios

Aquellos que creen que el problema del mal en el mundo presenta un argumento en contra del Dios de la Biblia sencillamente no conocen al Dios de las Escrituras. Y cuando los Cristianos cuestionamos la presencia del mal en el mundo demostramos cuánto hemos olvidado del carácter y las perfecciones de nuestro Dios. Y esto es lo primero que debemos entender. En la Biblia Dios se revela a Sí mismo como el todopoderoso. Él creó todas las cosas que han existido, existen y existirán (Génesis 1 y 2). Además, revela ser tres veces Santo. Es decir, Él es único; como Él no hay nada ni nadie en el universo. Pero, además, Su santidad implica Su pureza. En Él no hay maldad ni podrá jamás gozarse en el mal (Isaías 6:3; Salmo 5:4). Él también es justo. Es decir, en Él nunca hay injusticia. A diferencia de muchos jueces humanos el Dios de la Biblia siempre hace lo que es justo y bueno (Salmo 7:11; 92:15). Pero, Él también es soberano. Es decir, Él gobierna todo el universo. Esto implica que todo lo que sucede en el universo ha sido decretado y es gobernado por Dios. A. W. Pink, un teólogo americano dijo contundentemente que si Dios no fuera soberano, Él no sería Dios. Y esto es lo que han confesado los Cristianos desde siempre. Las mismas confesiones de fe reformadas así lo demuestran,

Dios, el buen creador de todo, en su poder y sabiduría infinita, sostiene, dirige, dispone y gobierna a todas las criaturas y cosas, desde la más grande hasta la más pequeña, por Su sabia y santa providencia. Dios cumple con los propósitos para los cuales Él creó estas cosas, conforme a Su presciencia infalible, y al libre e inmutable consejo de Su propia voluntad, para la alabanza de la gloria de Su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia (Hebreos 1:3; Job 38:11; Is. 46:9-11;Sal. 135:6). 2CBL 1689. Capítulo 5. 1.

La causa primaria, entonces, de todo lo que ocurre en el mundo, según las Escrituras, es Dios. Siendo el Dios soberano del universo es Él y sólo Él quien decreta lo que va a suceder en Su universo. Sin embargo, esto no nos debe llevar a pensar que Dios es el autor de toda esta maldad que vemos. Como vimos arriba, Dios es Santo, Justo y Bueno. Si en Él no hay maldad, entonces, Él no puede ser jamás el autor del pecado y la maldad que vemos y experimentamos en el mundo.

¿Cómo explicamos, entonces, la presencia del mal en el mundo? Bueno, leamos el entendimiento de las Escrituras expresado en las mismas confesiones reformadas,

Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, causa primera, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre por suerte o fuera de la esfera de su providencia; sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente (Hechos 2:23; Proverbios 16:33; Génesis 8:22). 2 CBL 1689. Capítulo 5. 2.

Es decir, fue Dios quien decretó todo lo que iba a suceder en Su universo. Él es la causa primaria de todo lo que existe y sucede en el universo. Pero también, fue Él quien decretó las causas secundarias por medio de las cuales todas las cosas que Él decretó sucederían.

Lo otro que debemos entender es que todo lo que Dios ha decretado que suceda en el universo lo ha hecho para magnificarse a Sí mismo. En otras palabras, todo lo que Dios ha hecho, hace, y hará en el universo lo hace para Su gloria. Cuando nosotros encontramos un tesoro lo primero que deseamos hacer es mostrárselo a otros. Nuestro deseo es que todos puedan gozarse exponiéndose al tesoro encontrado. Bueno, siendo Dios el ser más perfecto que existe; el ser más bellos; lo mejor que puede hacer es mostrar esas perfecciones a Sus criaturas. Eso es lo que queremos indicar cuando decimos que todo lo que Dios hace lo hace para manifestar Su gloria. Cuando Dios crea algo, lo hace para mostrarnos Su poder y deidad (Romanos 1:20). Cuando hace caer lluvia y cuando hace salir el sol sobre los hombres, lo hace para mostrarnos Su perfecta bondad (Mateo 5:45). Bueno, el mismo propósito tiene la presencia del mal en el mundo. Dios ha decretado su presencia dede la eternidad para manifestar Su gloria.

El entendimiento del hombre

El entendimiento correcto del hombre es otra de las cosas que deben ser corregidas en el pensamiento de aquellos que argumentan que la presencia del mal en la tierra es incompatible con el Dios de la Biblia. Lo que la mayoría de las personas creen de la antropología es que el hombre es básicamente bueno. Con algunas excepciones como Hitler o Stalin -hablando de la historia moderna- todos somos básicamente buenas personas.

Sin embargo, el testimonio de la Biblia es muy diferente. Según el relato bíblico los hombres fueron creados por Dios. Como criaturas fueron creados para servirle. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que el hombre se rebelara contra su Creador quebrantando un mandamiento que, como el Creador, Dios les había dado a ellos, Sus criaturas. A esa rebelión la Biblia le llama “crimen” (1 Juan 3:4). En otras palabras, lo que hicimos los hombres fue un acto criminal contra el Creador. Como un niño se rebela contra la orden de su padre, así hicimos los hombres contra Aquel que nos creó. La maldad, entonces, no fue originada por Dios. La maldad, dicen las Escrituras, se originó en el hombre (Romanos 5:12). Y por causa de ese pecado toda la creación sufrió (Génesis 3:17-19; Romanos 8:20-23). La maldad en el mundo, entonces, es culpa del hombre. Desde el cáncer hasta los terremotos; desde el COVID-19 hasta el aborto, todo es culpa del hombre en su rebelión contra su Creador.

Pero, ¿cómo conciliamos la presencia del mal con la existencia de Dios?

Leamos lo que entendieron los antepasados en la fe,

El hombre, según vino de la mano de Dios, su Creador, era perfecto y limpio. La ley justa que Dios le dio hablaba de vida condicionada a su obediencia y amenazaba con muerte la desobediencia.1 La obediencia de Adán fue muy corta. Satanás usó la sutil serpiente para traer a Eva al pecado y entonces ella sedujo a Adán, quien sin ninguna fuerza de afuera, libremente, violó la ley bajo la cual habían sido creados y también el mandamiento de Dios de no comer del fruto prohibido. Plugo a Dios, conforme a su sabio y santo propósito, permitir este pecado proponiéndose ordenarlo para su propia gloria. 2CBL 1689. Capítulo 6.1

La enseñanza de las Escrituras es que todo lo que Dios ha decretado para Su universo lo ha hecho para Su gloria. Esto incluye también el pecado y la maldad. A pesar de que los pensamientos De Dios son más altos que los nuestros, como dijo Moisés en Deuteronomio 29:29, el propósito De Dios para el mal puede ser entendido por nosotros los hombres.

Y lo que nos dice la Biblia es que el problema del mal en el mundo, la Teodicea, tiene su solución en la cruz de Cristo. Fue allí en donde Dios resolvió el aparente problema de la existencia del mal en el mundo. Dios decretó la existencia del mal, decretó su permanencia en el mundo por un tiempo determinado, con el propósito de manifestar Su gloria en la cruz de Cristo. Es ahí en donde nosotros vemos la peor maldad que ha ocurrida en la historia de la humanidad. El Santo, el hombre perfecto que nunca pecó, que nunca hizo nada malo, siendo golpeado, abofeteado, escupido, y finalmente crucificado por un crimen que no cometió. Y experimentó todas estas cosas a manos de hombres perversos que quisieron hacerle el mal. Y sin embargo, todo esto también había sido decretado por Dios en la eternidad. Lucas escribió lo siguiente,

Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida (Hechos 3:14-15).

Y más adelante escribió lo siguiente,

Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera (Hechos 4:27-28).

La muerte de Cristo fue decretada por Dios en la eternidad para mostrar Su gloria. Fue en ese acto atroz en el que Dios le manifestó a toda Su creación Su sabiduría, Su grandeza, Su bondad, Su misericordia, Su Justicia, Su Santidad, Su poder, y Su deidad. Fue en ese acto hecho para salvar a pecadores de sus pecados; para perdonar a aquellos que se habían rebelado contra Él; para limpiarlos de Sus inmundicias con la sangre de Su Hijo; para proveer para ellos la justicia que no tenían; para adoptarlos como Sus hijos; en el que Dios manifestó la totalidad de Sus perfecciones a los hombres. Si el mal no hubiera sido decretado por Dios, Cristo no habría sido crucificado, y la gloria de Dios en toda Su extensión hubiera sido velada a los hombres.

Para los creyentes, entonces, la existencia del mal en el mundo nos debe llevar a agradecer a Dios por Su infinita gracia y misericordia. La maldad en el mundo es culpa nuestra. Pero, Cristo cargó sobre Sí mismo nuestro pecado y Él experimentó el castigo De Dios en nuestro lugar. El mal en el mundo, esta pandemia, entonces, no es ya un juicio De Dios para Su pueblo, la Iglesia. Leamos lo que dice el Catecismo de Heidelberg en su respuesta a la pregunta 26,

Creo en el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien de la nada creó el cielo y de la tierra, con todo lo que en ellos hay, sustentándolo y gobernándolo todo por su eterno consejo y providencia, es mi Dios y mi Padre por amor de su hijo Jesucristo, En él confío de tal manera que no dudo de que me proveerá de todo lo necesario para mi alma y mi cuerpo. Y aún más, creo que todos los males que puedo sufrir por su voluntad, en este valle de lágrimas, los convertirá en bien para mi salvación. Él puede hacerlo como Dios todopoderoso, y quiere hacerlo como Padre benigno y fiel.

Para los creyentes, entonces, Dios es ahora nuestro Padre. El Creador del universo, el Dios todopoderoso, es ahora “nuestro Dios y Padre” en Cristo Jesús. El creyente, entonces, debe estar seguro de que todo mal que venga a su vida no es un juicio De Dios para él, ni para la iglesia, sino que viene a su vida de parte De Dios, para su bien. Como bien lo afirmó el apóstol Pablo,

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.  Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8: 28-39). 

Pero, para los incrédulos el problema del mal en el mundo y la manera en la que Dios lo resolvió en la cruz de Su Hijo Jesucristo les debe recordar que sus pecados no serán pasados por alto. Si Dios castigó a Su Hijo; si Dios permitió que ocurriera la peor maldad en la historia de la humanidad para manifestar Su justicia y para mostrarle a los hombres que todo pecado será castigado, los incrédulos deberían temer al continuar viviendo sus vidas viviendo para sí mismos y no para su Creador. Pero, aún en la cruz de Cristo, Dios les recuerda que hay esperanza para todo aquel rebelde que se arrepiente y cree en Jesús. Como lo dijo el apóstol Pablo,

Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3:21-26).

Cuando vemos el problema del mal y la solución divina solo nos queda decir lo mismo que afirmó el apóstol Pablo después de meditar en el Evangelio,

!!Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! !!Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén (Romanos 11:33-36).

Como vemos, el problema del mal es solamente aparente.

 

 

 

 

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