Qué sucedió en un día como hoy en la vida de Jesús?-Jueves santo
Este era el primer día de la fiesta de los panes sin levadura y el día en que los judíos celebraban la Pascua, aquella celebración que Dios le había ordenado a Israel cuando los sacó de Egipto y los redimió del poder de este gran enemigo terrenal. Jesús, como todos los judíos estaba en la ciudad de Jerusalén y en este día no iba a hacer lo que acostumbraba durante los días previos, es decir, estar saliendo y entrando de la ciudad.
El jueves era un día muy importante, especialmente por el significado que el Señor deseaba que Sus discípulos entendieran: “La Pascua era una mera sombra de lo que le acontecería a Él y una mera sombra de lo que Él lograría por medio de Su sacrificio.”
Los evangelistas nos cuentan que en ese día los discípulos se le acercan al Señor y Él les da ordenes muy específicas sobre el lugar a donde deben ir y sobre la persona que les va a recibir para celebrar la Pascua. Lucas, por ejemplo, nos dice,
7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. 9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? 10 Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, 11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.” Lucas 22: 7-13 (ver Mateo 26: 17-19; Marcos 14: 12-16)
Porqué tanto secreto? Porqué no haberles dicho el nombre del hombre que iba a prestar su casa para celebrar la pascua? Bueno, quizás era por causa de su fama. Quizás el Señor Jesús, sabiendo la importancia de la cena y las instrucciones que le daría a los Suyos y lo importante que sería para ellos comprender lo que Él iba a hacer.
Quizás, sabiendo que Judas ya había acordado entregarlo, era mejor que sólo unos pocos de Sus discípulos, Pedro y Juan, lo supieran. De esa manera Judas no podría entregarlo antes y Él podría estar a solas con los discípulos y enseñarlos todo lo que les iba a enseñar.
Ahora, cuando llegó la noche, nos cuenta Mateo que Jesús, “se sentó a la mesa con los doce” (Mateo 26:20). Y, a pesar de que los evangelios sinópticos no son tan extensos en registrar todo lo que fue dicho por Jesús, Juan registra mucho de lo que el Señor hizo y dijo. Muy probablemente antes de empezar la cena o muy pronto después de haber empezado a cenar, escribió Juan,
3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? 7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. 8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. 12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. 18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. 19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy. 20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” Juan 13: 3-20
Es importante comprender lo que estaba haciendo Jesús allí. El Señor le estaba enseñando a los discípulos lo que Él iba a hacer por ellos. Ciertamente los once estaban limpios, pues el Señor afirma que sólo Judas no está limpio (Juan 13:11). En el versículo 2 queda registrado que el Señor sabía que el diablo había puesto ya en el corazón de Judas entregar al Señor.
Pero, de cierta manera lo que el Señor estaba realizando en ese momento al lavar los pies de los Suyos era representando lo que iba a hacer por ellos espiritualmente, es decir, lavándonos o purificándonos constantemente, día a día de nuestros pecados.
Pero, igual de importante es comprender que lo que motivó a Jesús a hacer todo lo que hizo fue el amor. No sólo el amor por Su Padre (Juan 13:3); sino también el amor por Su pueblo, pues Juan escribe, “sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre. habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13: 1). Fue el amor lo que motivó este rescate tan impresionante.
Obviamente Pedro no entendía lo que el Señor estaba haciendo y por eso Jesús le reprende tan duramente, “si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Pues, sólo aquellos que han sido lavados por Jesús pueden tener comunión con Él. Pero, también era una enseñanza de lo que ellos debían hacer los unos por los otros. Si el Señor vino a servirles a ellos, ellos debían servirle a sus hermanos en la fe. Y Jesús procede a instituir la Cena del Señor,
14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo: !!Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lucas 22: 14-20(ver Mateo 26: 26-29; Marcos 14:22-25)
Esto era lo que representaba la Pascua; era lo que sellaría el Nuevo Pacto de Dios con Su pueblo, el sacrificio del hijo de Dios para el rescate de pecadores del poder del maligno. Lo que sucedió con Moisés era tan sólo una sombra de lo que Jesús iba a hacer por los Suyos.
Luego, nos cuenta Juan,
21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. 23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. 24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. 25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? 26 Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. 27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. 28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. 29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. 30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.” Juan 13: 21-30
Jesús, entonces, procede a declarar la traición de uno de los Suyos; uno que había estado con Él durante tres años, que había sido enseñado por Él y que le había visto hacer y decir cosas increíbles. Tan perplejos estaban los discípulos que es nos hace pensar que Judas había ocultado muy bien su corazón de los demás. Ninguno de ellos pensó ni sabía que Judas era un hijo del diablo. Es más, cada uno pensaba que podían ser ellos mismos.
Otro detalle importante es que habían dos discípulos en la posición privilegiada en la mesa: Juan, quien estaba al lado de Jesús y lo más probable Judas también, quien estaba al otro lado del Señor. Cómo lo sabemos? Bueno, porque él metió la mano dentro del plato del Señor Jesús (Juan 13:18). Pedro, estaba tan impresionado de que pudiera ser él que le pide a Juan por señas que le pregunte al Señor por la identidad del traidor. Y es cuando el Señor dice, “A quien yo diere el pan mojado, aquél es.“
Hasta el mismo Judas le pregunta al Señor si él era, a quien le responde Jesús, “Tú lo has dicho” (Mateo 26:25). Ahora, es obvio por el relato que los demás no entendieron o no escucharon lo que el Señor le había dicho a Judas. Recuerden, Judas estaba al lado del Señor. Luego de que Jesús le dio el bocado, se nos cuenta que Satanás entró en él y el Señor procede a decirle, “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.“
Aquí vemos también que los discípulos no estaban escuchando bien la conversación entre el Señor y Judas, pues no entienden lo que Él le dice a Judas y piensan que como Judas era el que manejaba la bolsa, el Señor le estaba enviando a comprar más comida o a dar dinero a lo pobres. Pero, inmediatamente después, mostrando un corazón tan duro y perverso, sin temor a Dios, hace lo que el Señor le dice y va a buscar a los enemigos de Jesús para entregarle. El Señor había purgado a Su pueblo; el falso discípulo había sido echado y ahora estaba sólo con los verdaderos discípulos.
Y el Señor procede a decirles,
31 Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará. 33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir. 34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13: 31-35
De nuevo, este mandamiento es para los verdaderos creyentes. Así como el Señor nos amó, así mismo debemos amarnos unos a otros. No sólo demostrará que amamos al Señor, sino dará testimonio al mundo de que somos discípulos de Cristo.
Pedro, registra Juan, se enfoca en las palabras previas del Señor y le pregunta, “Señor, adónde vas?” Pedro no quería abandonar al Señor. Pero, Jesús le dice,
A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. 37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. 38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.”
Qué terror debió haberse apropiado del corazón de Pedro. Ellos no sabían aún quien era el traidor y el Señor afirma que Pedro le iba a negar. Pero, Jesús estaba seguro de Su elección de Pedro y a pesar de haberse debilitado en la fe, Pedro le pertenecía al Señor y eEl iba a dar Su vida en la cruz por él, por lo tanto su vida estaba segura en Cristo.
Y luego procede el Señor a enseñar extensamente a los Suyos (Juan 14-16). Y luego de darles consuelo exhortándoles sobre la seguridad de salvación que tenían en Él, sobre el Consolador que les sería dado por Él, etc, procede a realizar lo que se conoce como la oración sacerdotal en Juan 17.
Y justo antes de salir del aposento alto, Lucas registra unas últimas instrucciones del Señor para Sus discípulos. Primero porque se suscito una discusión entre los discípulos,
sobre quién de ellos sería el mayor. 25 Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26 mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. 28 Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.” Lucas 22: 24-30
Luego, para dejarle claro a Pedro que lo que iba a hacer al negarlo no le iba a separar de Cristo, pues el Señor había pedido por su alma para que su fe no fallara (Lucas 22: 31-24). Y finalmente unas últimas instrucciones sobre lo que vendría,
35 Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. 36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. 37 Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. 38 Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.” Lucas 22: 35-38
Inmediatamente después proceden a salir con destino a Getsemaní, al otro lado del torrente Cedrón, un lugar bien conocido por Judas. Y Mateo nos cuenta,
36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37 Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42 Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 43 Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.” Mateo 26: 36-46 (ver Marcos 14: 32-42; Lucas 22: 39-46).
Ya la instrucción había terminado y la hora de Su muerte estaba cerca. Muchos piensan que Jesús estaba atormentado por saber la muerte que experimentaría. Es decir, muchos creen que Jesús le temía a la crucifixión. Pero, esta no era la razón de la tristeza del Señor, ni por la cual el Señor sudó gotas como de sangre. La razón de la turbación de Su alma era “la copa.” Esa copa no era otra que de la que habló el profeta Isaías (Isaías 51:17). Jesús estaba atormentado porque sabía que en la cruz, por cargar con los pecados de Su pueblo, experimentaría la copa de la Justa y Santa ira de Su Padre.
Sin embargo, vemos el amor y la determinación del Señor, quien nos amó hasta el final, y le dijo al Padre, “pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Jesús se aferró a hacer la voluntad de Su Padre para cumplir con el pacto eterno de la Redención.