Juzgando Correctamente: Parte III
El día de ayer Dios me permitió predicar en mi iglesia. El sermón fue la parte final de una serie basada en el texto de Mateo 7: 13-29. Acá les dejo la transcripción del sermón.
Texto: Mateo 7: 21-27
Título: La Importancia de Juzgar Correctamente: Parte III
Propósito: Instar al pueblo de Dios a tener discernimiento
I. Introducción
Hemos estado analizando la aplicación final del sermón del monte. Y es que la importancia de esta enseñanza es inmensa. Cristo, desde el capítulo 5, ha venido mostrándo a la multitud lo que se necesita para pertenecer al reino de los cielos (Mt 5: 10).
Es importante recordar y recalcar que esta multitud, como hemos dicho en las semanas anteriores, estaba formada por judíos. Unos, discípulos de Jesús, otros, fariseos, los cuales eran maestros de Israel, y aún otros, gente común y corriente, que venían de “Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea, y del otro lado del Jordán” (Mt 4: 25).
Vemos que Cristo le estaba enseñando a sus discípulos, pero le estaba escuchando también gente que creía pertenecer al reino de Dios. Esta multitud, creía verdaderamente que por el simple hecho de ser judíos descendientes de Abraham, esto les daba el derecho de ser parte del pueblo de Dios.
Y es claro del sermón que Cristo estaba diciendo que aquellos que iban a pertenecer al reino de Dios, sufrirían una transformación sobrenatural; una transformación espiritual que los haría diferentes al mundo. Las personas que iban a entrar en el reino de Dios, no lo iban a hacer por su descendencia, ni por su sangre, ni por su propia voluntad, sino por haber nacido de Dios.
Y porqué es que esto es importante para nosotros? Porque la iglesia visible está conformada por creyentes y por personas que creen ser creyentes y que realmente no lo son. Justo como lo creía ser la multitud.
Y en Su enseñanza, Cristo ha aplicado este sermón utilizando pares, los cuales son contrarios el uno del otro. Por ejemplo, vimos que habla de dos puertas, una ancha y otra angosta; dos caminos, uno amplio y otro angosto; y la última vez leímos de Cristo hablando de dos profetas, unos falsos y otros verdaderos, y dos árboles, uno malo y otro bueno.
Entonces, qué es lo que Cristo quería que aprendieran sus discípulos? Que aprendieran a juzgar sabiamente. La puerta ancha inclusivista, permisiva, no es la puerta por la que debemos entrar. El camino ancho, popular, tolerante, no es el camino correcto. Estas opciones llevan a los hombres a la perdición.
Los maestros y pastores tolerantes, no sometidos a la palabra de Dios, buscadores de dinero, gloria personal, y fama, no son verdaderos maestros. Para juzgar correctamente, Cristo dice que debemos ir más allá de los externo. Debemos mirar debajo de las ropas. Es ahí donde veremos el fruto de estos hombres. Y qué importancia tiene el fruto? Pues, el fruto es lo que nos revela la naturaleza del árbol. El árbol no siempre tiene su fruto visible, sino que en ocasiones toma tiempo que éste crezca. De la misma manera, estos falsos maestros con el tiempo revelarán su fruto, y si el fruto es malo, entonces es indicativo que el árbol es malo. Y Cristo le dice a sus discípulos, quizás pensando en los fariseos que estaban ahí presentes, que al final, en el día del juicio, estos árboles serán echados al fuego eterno.
El día de hoy terminaremos esta serie notando otros pares. Pero a diferencia de los pares que vimos en los versículos 13 al 20, que se trataban de cosas externas a nosotros, en los siguientes versículos 21 al 27, leeremos a Cristo hablando acerca de la importancia de hacer un juicio correcto “interior.” El Señor, le dice a los hombres en este pasaje que deben examinar sus corazones, para saber si realmente pertenecen al reino de Dios.
Es por ello que deseo destacar dos puntos principales: primero, cómo juzgarnos incorrectamente, y segundo, cómo hacerlo de la manera correcta.
II. Cuerpo
Leamos entonces los versículos 21-27,
Mateo 7: 21-27: “21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. 24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
A. Cómo Juzgarnos Incorrectamente?
Muchos creyentes creen que por el simple hecho de que una persona profese ser cristiano, esto lo hace una verdad. He escuchado a muchos citar Romanos 10: 9 diciendo, “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor.” Ahí hacen un punto. Para ellos, el simple acto de confesar que Cristo es el Señor, es evidencia suficiente de que una persona es creyente. Pero, el error es enorme, porque ese versículo no termina ahí, sino que continúa, “y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Acá notamos que esa confesión está adicionada a la fe. Es decir, la fe verdadera hace que un hombre confiese a Cristo como su Amo y Señor, o como leemos en 1 Corintios 12: 3, “nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” Es decir, para poder ser un verdadero esclavo de Cristo, se requiere de una transformación espiritual. Y esto es sólo lo puede hacer el Espíritu Santo.
Pero, qué es lo que dice Cristo en los versículo 21-23?
“21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Lo primero que debemos notar de estos tres versículos es que existen hombres que confiesan que Cristo es su Señor. Y no sólo lo confiesan, sino que están plenamente confiados de esa afirmación para su salvación. Veamos que la profesión que hacen estas personas es ortodoxa. Y es hasta una confesión pública. Ellos dicen, “Señor, Señor…” Estos hombres reconocen que Cristo es su Señor. Cristo es el Amo de todo el universo.
Dicen hasta profetizar en Su nombre, echar fuera demonios, y hasta hacer milagros. Esto debe evidenciar que son verdaderos creyentes. O sea, si hacen milagros debe ser porque verdaderamente pertenecen al reino de Dios.
Pero qué dice Cristo? Que esta no es la manera de juzgar correctamente. Cristo dice, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos…Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” El tener la capacidad de hacer cosas maravillosas no es signo de ser salvo. Cristo mismo enseñó que los falsos profetas y falsos Cristos harán grandes señales y prodigios (Mateo 24: 24).
Estos falsos creyentes, llegan a Cristo en aquel día, refiriéndose al día del juicio final, y le echan en cara a Cristo sus obras. Le dicen: “No ves todo lo que hicimos?” Nuestras obras son prueba de que somos verdaderos. Pero debemos ver claramente que para Cristo no son las obras lo que hace a un hombre pertenecer al reino de Dios. No! La salvación no depende de las obras que podamos hacer, sino de la gracia y de la misericordia de Dios.
La única confesión que vale y que demostrará que alguien es salvo, es la confesión de Cristo. El Señor dice, en el versículo 23, que Él “declarará,” y la palabra en griego puede significar “confesar,” argumentando que Él confesará la verdad.
La diferencia entre la confesión de estos hombres y la de Cristo, es que la del Señor es verdadera. Y no sólo es verdadera, sino que será una confesión pública. Y esa confesión será que estos hombres son desconocidos para Cristo.
Los verdaderos creyentes, son aquellos a los cuales Cristo conoce. Está el Señor diciendo que el no conoce a toda la humanidad? Por supuesto que no! Cristo es el Creador de todo el universo, y Él conoce a cada ser humano que fue y será creado. Porqué? Porque Él los creó. Entonces, Cristo no se está refiriendo a un conocimiento general, sino a un conocimiento personal.
La palabra en griego utilizada por Mateo para “conocer” es ginosko, y es una palabra muy interesante, ya que se utiliza tanto en el Nuevo Testamento, como en la Septuaginta, que es la traducción al griego del Antiguo Testamento, para describir un conocimiento íntimo. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se utiliza para describir a un hombre y a una mujer en la intimidad. Por ejemplo, en Génesis 4: 1 leemos, “Conoció [ginosko] Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín.”
Pues esa misma palabra es la que se utiliza en Mateo 7. Aquellos que pertenecen al reino de Dios, son conocidos íntimamente por el Señor. En el evangelio de Juan podemos leer lo siguiente,
Juan 10: 26-28: “26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco [ginosko], y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”
En este pasaje Cristo les dice a los fariseos que ellos no creen, es decir, no tienen fe, porque Cristo no los conoce íntimamente. Aquellos a los que Cristo conoce, estos le siguen.
Entonces, estos falsos creyentes creen que van a engañar a Cristo en el día del juicio mostrando su grandes y maravillosas obras, pero el Señor les condenará por el simple hecho de que Él no los conoce. Estos hombres creen que una simple confesión les traerá la salvación, pero Cristo dice que la confesión no es, del todo, la clave.
Juzgarnos incorrectamente, según la aplicación de Cristo, es pensar que somos creyentes basados en una confesión, la cual está sustentada en nuestras propias obras, sin que éstas provengan de la obra del Espíritu Santo en el corazón.
B. Cómo Juzgarnos Correctamente?
Continuemos con nuestro texto,
“24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
Es importante que vean esto: el contraste no es entre aquellos que escuchan la palabra de Cristo y los que no la escuchan; sino entre los que escuchan la palabra y actúan, y los que la escuchan y desobedecen. Se trata de obediencia vs. desobediencia. La profesión de una persona no es relevante si su vida está en desobediencia a las palabras de Cristo.
Muchos de los que dicen ser creyentes y que profesan ser siervos de Jesucristo, viven vidas de pecado. Fuera de la iglesia, de los estudios bíblicos, etc, son hipócritas. Dicen andar por el camino angosto, pero en realidad andan por el camino espacioso.
Un gran pecado es tomar el nombre de Dios es vano, pero igual de grave es decir que uno es siervo de Cristo, y no se está sometido a Él. No es esto lo que hizo Judas Iscariote? Besó a Cristo como si fuera su amigo, pero en su corazón ya lo había traicionado.
Cristo está utilizando casas como ejemplo para enseñar la manera en la que un hombre construye su vida. Y estas casas, según este pasaje, se parecen externamente. Al igual que los falsos profetas, quienes se visten como verdaderos pastores, hablan y hacen actividades como verdaderos siervos de Cristo; estas casas se parecen en su exterior.
Cristo desea que aprendamos a juzgar correctamente. Con los falsos profetas nos muestra que debemos ver su fruto. Y como dije antes, este fruto puede estar oculto por un tiempo, pero siempre crece; y es viendo el fruto por medio del cual podremos determinar la naturaleza del árbol
De la misma manera, hay algo que está oculto para nosotros: la fundación de la casa. Piensen, dónde van las fundaciones de una edificación? Debajo de ella, cierto? Es algo que es invisible para nosotros. Entonces, cada uno de nosotros debe revisar su fundación, y la de aquellos que dicen ser nuestros hermanos en Cristo.
Lo que el Señor desea que veamos es que los que profesan ser cristianos con frecuencia lucen semejantes a los verdaderos creyentes. Ambos parecen estar construyendo vidas realmente cristianas. Ambos hombres son miembros de la iglesia visible. Ambos van a la iglesia, se reúnen para estudios bíblicos, escuchan música cristiana, leen literatura cristiana, etc. Pero la diferencia está en lo que no vemos a simple vista: La fundación.
Qué ocurrió con estas casas? Pues, una fue construída sobre la roca, es decir, su fundación era sólida. La otra sobre arena. Qué es lo que revelará esa fundación? Una tormenta, que según esta enseñanza de Cristo se refiere al día del juicio. En ese día, cuando Él venga, las fundaciones de esas casas serán puestas en evidencia. Las casas que fueron construídas sobre la roca, aguantaron el juicio, pero las que fueron construídas sobre arena, caerán. Ni una confesión, ni el conocimiento intelectual de Cristo como el Señor del universo evitarán que esta casa caiga. Nada puede sustituir a la obediencia. El apóstol Juan escribe en su primera epístola,
1 Juan 2: 4: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso”
Qué es la roca? Nuestro texto dice que es la palabra de Cristo. Los verdaderos creyentes, son aquellos que han basado sus vidas en la Biblia. Han fundado su casa espiritual mediante la obediencia a la palabra de Dios. Esto son los verdaderos creyentes. Cristo dijo,
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8: 31
Y cuáles palabras? Sólo las del sermón del monte? Por supuesto que no! El Antiguo Testamento es la revelación de Dios para los hombres. Fue exhalada por Dios. Y en el Nuevo Testamento sabemos que Cristo dice que Él y el Padre “uno son.” Y esto se refiere a que son uno en voluntad, en propósito, en esencia, etc. Si las palabras del Antiguo Testamento fueron dadas por Dios, entonces fueron dadas por Cristo. Entonces, no se trata de pensar que debemos ser obedientes al sermón de monte exclusivamente, sino a toda la Biblia, pues son las palabras de Cristo.
Y qué quiere decir Cristo con construír sobre arena? Implica que no le importa la palabra de Cristo. No siente ninguna necesidad de obedecer la Biblia. Son aquellos hombres que tienen una religión de cosas externas, de obras. Van a la iglesia los domingos, leen la Biblia, dan a los necesitados, etc, no porque la Biblia lo ordene, sino porque desean sentirse bien consigo mismos, no para agradar a Dios. Desean callar sus conciencias mediante obras religiosas, sin tener un corazón transformado. Son personas que se gozan de su “ortodoxia” pero aman la desobediencia. Santiago nos dice,
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” Santiago 1: 22
En estos falsos creyentes no hay dolor de corazón por el pecado; no hay profundidad en el conocimiento de la palabra; todo es superficial. Desean perdón sin arrepentimiento, salvación sin sumisión. Desean los signos, las maravillas, pero no desean tener una relación con Cristo. Estos son aquellos que construyen sus vidas sobre la arena. Pablo les describe muy bien en su carta a Tito. En ella escribe,
Tito 1: 16: “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.”
Los sabios, es decir, los que construyen sus vidas sobre la roca, son los que por medio del poder del Espíritu Santo sienten dolor por su pecado. Son los que se miran a sí mismos y saben que no hay nada en ellos para agradar a Dios, no hay obras que puedan hacer para agradarle, pues “todas sus justicias son como trapos de inmundicia” (Isaías 64:6). Piden misericordia al reconocer su estado ante el Dios Santo.
La obediencia a la palabra de Dios es la clave. El decir “Señor, Señor,” implica que somos esclavos de Cristo.
III. Conclusión
La enseñanza de Cristo en su aplicación al final del sermón del monte es esntonces, que debemos aprender a juzgar correctamente. No sólo debemos aprender a juzgar aquello que está fuera de nosotros: la puerta, el camino, los maestros, etc. Pero igual de importante es aprender a juzgar correctamente nuestro estado espiritual. De esto depende nuestra vida eterna. Si juzgamos mal, entonces cuando llegue el día del juicio final, seremos condenados. Todos y cada uno de nosotros debe revisar su fundación.
1. En qué estamos basando nuestra salvación? En una confesión? Podemos enseñar a una lora a decir que es cristiana, pero es la manera en la que vivimos la vida la que revela la realidad.
2. Somos auto-suficientes? El día del juicio vamos a llegar a Cristo a mostrarle las veces que fuimos a la iglesia, que leímos la Biblia, que asistimos a estudios bíblicos, estando muertos espiritualmente? Basaremos nuestras vidas en obras que provienen de corazones de piedra?
3. Nos estamos sometiendo al Señorío de Cristo? O creemos que podemos ser cristianos carnales? Los verdaderos creyentes son aquellos que han sido transformados por el Espíritu Santo. Su corazón de piedra ha sido cambiado. Han sido regenerados, es decir, hechos nuevas criaturas, las cuales aborrecen el pecado. Pablo le escribe a los romanos,
Romanos 6: 1-4: “1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
Aquel que cree que puede ser cristiano y vivir como el mundo, no es un verdadero creyente. El apóstol Juan escribe en su primera epístola, “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2: 15). Si amamos al mundo, no conocemos a Dios.
4. Muchos de nosotros viven o tienen familiares o amigos que creen ser creyentes, porque así lo confiesan, o porque basan su salvación en la idea de que son “buenas personas.” Estamos nosotros evangelizando y mostrándoles la verdad a esos seres queridos, o los estamos dejar perecer en un engaño satánico? Nuestra misión es hacerles ver que la única manera de ver el reino de Dios es haber nacido de nuevo mediante la transformación que hace el Espíritu Santo.
5. Y finalmente, cómo pues se salvarán los hombres del juicio venidero? La única puerta, el único camino es Jesucristo. Solamente mediante la fe en Él puede un hombre ser salvo. Solamente reconociendo la incapacidad del hombre de agradar a Dios en su estado carnal, y reconociendo que sólo Cristo pudo vivir una vida perfecta, y que murió en la cruz cargando los pecados de Su pueblo, para que éste pudiera ser perdonado y pudiera recibir la justicia que el Dios Santo exigía, puede ser un hombre salvo. Seguirás valiéndote de tus obras? Pon tu fe en Cristo Jesús y sé salvo. Sólo Él es la puerta a la vida eterna.
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“Aquel que cree que puede ser cristiano y vivir como el mundo, no es un verdadero creyente.” Amen.
Bendiciones. La semana pasada participé en una actividad en donde se llevaron a cabo ciertas enseñanzas sobre la “unidad” y con relación a este tema tuve muchas inquietudes, entre ellas celo por la Palabra.
Cabe resaltar que cuando estamos consagrados al Señor y obedeciendo su Palabra siempre sale a la luz la verdad del error y es por esta misma causa la que me lleva a juzgar por la Palabra.
Cierto joven predicaba a un público de impíos y cristianos sobre “debemos aceptar a los cristianos cuando caen y pecan porque cuando lo hacen lo tachan señalándolos con los dedos…todos somos pecadores y pecamos por eso, no debemos juzgar”. También hacía alusión a ciertos pasajes de la biblia pero todos fuera de su contexto. Me pregunto, si es que debemos predicar para estar “unidos” y tengamos que rebajar el estandar de la Palabra de Dios? Es que tenemos que ser “menos radicales” para ser aceptados por el mundo? Entre varios pasajes que citó:
“y conocereis la verdad y la verdad os hará libres” Juan 8.32 decía que tenemos que estar unidos (tanto impíos como creyentes y sentirnos libres en Cristo) Qué evangelio es el que se está predicando?
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8: 31
Me gustaría en toda humildad Eduardo que abrieras una entrada sobre lo que significa verdaderamente la unidad, lo que implica y cómo aplicar este argumento para la gloria de Dios. Esperando respuestas, bendiciones.
Manuel,
Lee juan 17