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Montanismo Redivivus: Un Milagro!

December 4, 2008

Desde hace varias semanas he estado tocando el tema de los dones espirituales, en especial de los dones “extraordinarios” de lenguas, e interpretación. Hace un par de días quedó atrás el análisis, desde mi punto de vista cesacionista, del don de lenguas. El día de hoy quiero analizar en don de hacer milagros. Porqué hago ese énfasis?

Es una equivocación por parte de los continuacionistas el asumir que los cesacionistas negamos la existencia de milagros en la actualidad. Los cesacionistas estamos de acuerdo que Dios continúa haciendo milagros en la iglesia, claro que no es la manera usual en la que Dios obra, pero sabemos de milagros que han ocurrido. Además, como escribió un lector de este blog en un comentario, la prueba de que Dios continúa haciendo milagros es la regeneración de los corazones de los hombres que son convertidos por Dios a Él. Ese es el más grande milagro!

Lo que negamos los cesacionistas es que el don de hacer milagros continúe siendo otorgado por el Espíritu Santo a hombres o mujeres en a actualidad. Numerosos grupos religiosos, entre estos pentecostaes y carismáticos, y numerosos hombres, entre los cuales estoy incluyendo a personalidades de la televisión, dicen tener el donde hacer milagros. Benny Hinn es uno de esos hombres quien una vez, en su programa de televisión, dijo, “si alguien está enfermo allá en casa, toque el televisor para sea sanado.” Sus indicaciones llegaron a tal punto que dijo que si alguien había muerto en ese momento, que algún familiar lo llevara hasta el televisor y que colocara las manos del muerto en el TV para que reviviera. Este tipo de cosas es lo que dicen y afirman la mayoría de pentecostales y carismáticos. Para ellos, el don apostólico de hacer milagros continúa en nuestros días.

Sus argumentos llegan a tal grado que hoy en día entre ellos se llaman “apóstoles.” Esto, no queriendo decir que son enviados por la iglesia para ministrar, sino con la idea de afirmar que ellos tienen la misma autoridad que los apóstoles de Cristo. En mi país, es común ver en televisión al “apóstol Tovar,” o al “apóstol Solís,” etc. Estos apostoles hombres dicen tener los mismos dones que tuvieron los apóstoles. Esta es una de las tantas similitudes del movimiento pentecostal con el Catolicismo Romano.

Cuando discutimos con algunos pentecostales es común escucharlos decir, “pero es que yo he vivido tal y tal experiencia,” o “yo he visto tal y tal cosa en la iglesia.” Esto no es un verdadero argumento, ya que lo imperativo es examinar la Biblia, no nuestros sentimientos o experiencias. La manera correcta de examinar el mundo y lo que ocurre en él es preguntándose: Qué es lo que dice la Biblia? Debemos estar dispuestos a ser llevados y dirigidos en nuestra manera de pensaqr por lo que dice la Biblia, más que por nuestros sentimientos, experiencias o por nuestros corazones. Porqué? Porque la Biblia dice que el corazón del hombre es más engañoso que cualquier otra cosa, y nadie podrá conocerlo (Jeremías 17:9). Lo que nos dice el pasaje en Jeremías es que nosotros no podemos fiarnos de lo que sintamos, sino que debemos fiarnos de lo que  diga la Biblia, ya que ésta es la palabra de Dios y por lo tanto es la verdad. Como hombres que somos podemos ser fácilmente engañados por nuestros corazones.

Y porqué debemos someternos a la palabra de Dios? Primero, obviamente, porque es la palabra salida de la boca de Dios, y segundo porque si lo que creemos no está de acuerdo con lo que dice la Biblia, entonces debemos corregir nuestro entendimiento. Y es aquí donde algunos hombres, y me refiero también a un comentario en este blog, aducen que hay diferentes formas de interpretación de la Biblia. Este argumento es falso y errado, ya que a pesar de ser cierto, la verdad es una sola. Es decir, la Biblia tiene sólo una verdad, no varias. Es la responsabilidad del creyente hacer una correcta interpretación del texto, dejando de lado sus propias presuposiciones y permitiendo que sea el texto el que hable.

Definición de Milagro

Lo primero que debemos hacer es preguntarnos que es lo que dice la Biblia acerca de “milagros”? Cómo utiliza la Biblia esta palabra? En las Escrituras encontramos tres términos para designar “milagros.” Primero, dunamis; segundo, semeion, y tercero, teras. Estos tres términos designan milagros, signos y maravillas, respectivamente. Por ejemplo, los tres términos ocurren simultáneamente en Hechos 2: 22 donde podemos leer,

“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis”

Pero, qué es entonces un milagro? John MacArthur creo que nos brinda una buena definición. En su análisis de los dones temporales, dice,

“La gente diría, “Oh, el otro día encontré un espacio de parqueo en la tienda. Fue un milagro!” Eso no es un milagro en términos de la definición bíblica. O la gente diría, “Mi hijo pasó el curso. Fue un milagro!” O podrían decir, “Necesitaba esto, y llegó en el correo. Fue un milagro!” Usamos esa alabra muy fácilmente.

Pero, qué es un milagro? Un milagro es una intrusión sobrenatural en la ley natural que no puede tener otra explicación más que Dios actuando.” [1]

W. E. Vine también nos provee de otra buena definición, “milagro es usado en el Nuevo Testamento para obras de un origen y carácter sobrenatural, tales que no podrían ser producidos por agentes o medios naturales.” Lo que vemos en la Biblia es que un milagro no es un mero evento que es impresionante o inusual. Un milagro en la Biblia es una obra sobrenatural que sólo Dios podría hacer, y no debe ser confundido con lo providencial.

La Utilidad de los Milagros

Muchos nos hemos preguntado la razón de ser de los milagros. Lo que vemos en el Nuevo Testamento es que los milagros sirvieron un único propósito, esto es, servir como una confirmación. Confirmación de qué? Cuando un hombre se levantaba a predicar la palabra de Dios, Dios confirmaba lo que era predicado otorgándole el don de hacer milagros. Esto es un hecho irrefutable. Esto es lo que muestran muchos pasajes del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos, el evangelista escribe,

“Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.” Marcos 16: 20

El autor de la epístola a los Hebreos también confirma esta idea. Él escribe,

“3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.” Hebreos 2: 3-4

Lucas, en el libro de Hechos no narra la historia de cuando el evangelio fue llevado a los samaritanos, y dice, “Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.” (Hechos 8:6). Estos y otros pasajes (Hechos 13:12; 14:3; 15:12; Romanos 15: 18-19; 1 Corintios 2: 4; 1 Tesalonisenses 1: 5) muestran el verdadero propósito del don de hacer milagros, el cual era autenticar el mensaj proclamado como la palabra de Dios. Los milagros legitimizaban la enseñanza de los apóstoles en contra de lo que enseñaban los falsos maestros como Simón en Hechos 8:9, que querían desviar al pueblo.

Inclusive los milagros realizados por Jesús fueron intencionados para autenticar el mensaje de Cristo como venido de Dios. En el evangelio de Juan vemos esto cuando Juan escribe escuchando lo que Jesús le dijo a Felipe, “10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14: 10-11). Además, Nicodemo cuando fue a hablar con Jesús le dice, “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3: 2). Es decir, Jesús hacía milagros para probar Su divinidad y autenticar su mensaje (ver Juan 2: 23; 5: 36; 6: 14; 7: 31; 10: 37-38, 41-42; 20: 30-31; Hechos 2: 22). Este mensaje de Cristo era confirmado por los milagros y generaba fe entre sus oyentes. Veamos un ejemplo para ilustración. Cuando Pablo está con el procónsul romano Sergio Paulo, a quien evangeliza, un mago llamado Elimas trata de apartar de la fe al romano. Pablo hace un milagro y lo deja ciego. Entonces Sergio Paulo “viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor” (Hechos 13: 12). Esto está en armonía con lo que Pablo le escribe a los romanos diciendo que la fe viene por escuchar la Palabra de Dios (Romanos 10: 17).

Pero en el movimiento pentecostal/carismático vemos otro propósito para los milagros.  Muchos de ellos argumentan que las sanaciones y otros milagros tienen el propósito de que el creyente se encuentre bien, es decir, para aliviar sus sufrimientos y dolores. Aducen, que Dios no desea que los creyentes sufran, y que desea sanarnos y aliviarnos porque somos sus hijos.

Analicemos estos argumentos. Primero, es obvio que la compasión de Dios queda manifiesta cuando personas en los tiempos del Nuevo Testamento recibían sanación. El problema es que la Biblia no enseña que los milagros y sanaciones tuvieran el propósito de aliviar el dolor. La muerte y el dolor vinieron a la tierra por causa del pecado del hombre y Dios no interfiere con el orden natural de las cosas. El cristiano es tan propenso como los no creyentes a padecer enfermedades. La Biblia por otro lado le advierte al creyente acerca de los sufrimientos que vendrán a su vida, inclusive por seguir a Cristo. Veamos algunos pasajes,

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” 1 Corintios 10: 13

“Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” 2 Timoteo 3: 12

“12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. 15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; 16 pero si alguno padece como cristiano, no se averg:uence, sino glorifique a Dios por ello. 17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” 1 Pedro 4: 12-17

“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” Filipenses 1: 29

En estos pasajes queda claro que no sólo seremos perseguidos por nuestra fe, sino que padeceremos pruebas, enfermedades, dolores. Esto no es una casualidad, sino que es dado por Dios. Pablo escribe a los Filipenses que el sufrimiento es concedido a los creyentes tanto como la fe.

Si, como dicen los pentecostales, el propósito de Dios es evitar el sufrimiento a los cristianos, entonces está fallando terriblemente, porque diariamente, cada segundo sufren persecución, muerte, y dolor, miles de creyentes en todo el mundo. Si el propósito de Jesús era sanar a todos los enfermos entonces falló. De hecho, Jesús solamente sanó a la menor cantidad de enfermos en Palestina. McGarvey escribió lo siguiente en 1898,

“A diferencia de los defensores modernos de la “sanación divina,” los apóstoles nunca fueron conocidos por ir y exhortar a la gente a venir al frente para sanación del cuerpo. Ellos efectuaban curas milagrosas en pocas instancias, “como signo a los no creyentes,” pero nunca proclamaron, ni a santos ni pecadores, que la sanación de enfermedades era parte del evangelio que fueron enviados a predicar. Estas llamados iglesias de sanación, por lo tanto, y los predicadores que ofician en ellas como “sanadores divinos,” no están moldeados por el tipo apostólico, sino que desvían a la gente por engaños.” [2]

Para los maestros pentecostales, aquellos que no reciben sanación es porque “no tienen suficiente fe.” Pero, esta objeción es igualmente contrario a la enseñanza bíblica. Es cierto que muchos fueron alabados por su fe antes de recibir un milagro (ej. Marcos 5: 34), pero no es cierto que la fe fuera un requisito para recibir un milagro. Por ejemplo, Lázao, quien fue resucitado no podía tener fe estando muerto. De la misma manera, los endemoniados tampoco podían ejercer fe antes de ser sanados (Lucas 9: 42; 11: 14). El hombre que era ciego desde su nacimiento inclusive mostró incredulidad en relación a la identidad de Cristo (Juan 9: 11-12, 17, 25, 35-36). Otro ejemplo es el hombre cerca del estanque  Betesda que ni siquiera supo que fue Jesús quien lo había sanado (Juan 5: 13). Estos son unos pocos ejemplos del error de los que abogan por argumentos como el de “si quieres ser sanado ten fe.”

Lo contrario es bíblico también. Muchos tenían fe y nunca fueron sanados de sus dolencias. Un ejemplo es el apóstol Pablo en 2 Corintios 12: 7-10. Timoteo era un siervo fiel y no fue sanado de su mal estomacal (1 Timoteo 5: 23), al igual que Trófimo (Hechos 20: 4; 21: 29; 2 Timoteo 4: 20) quien tuvo que ser dejado en Mileto debido a su enfermedad.  Pablo, cuando Epafrodito enfermó casi de muerte, nunca lo sanó (Filipenses 2: 27, 30).

Lo claro es que los milagros fueron hechos para confirmar el evangelio que era predicado durante la iglesia primitiva. El apóstol Juan escribe acerca de esto, y dice, “30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20: 30-31). Juan claramente dice que la fe sigue a los Milagros y no al revés. Esto contradice las enseñanzas de muchos predicadores pentecostales.

En la próxima entrada continuaré con el tema del don de hacer milagros y sanaciones.
___________________________________________________
[1] John MacArthur. The Temporary Sign Gifts: Miracles.

[2] J. W. McGarvey. Short Essays in Biblical Criticism. 1910.

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