Morir por Cristo: El Mandamiento
Esta entrada es la conclusión de una corta serie acerca de lo que ha ocurrido a través de la historia del cristianismo. Millones de mártires han testificado lo que Cristo hizo por ellos, y lo que quise hacer en esta serie fue que nos preguntáramos, Porqué estos hombres y mujeres hicieron lo que hicieron?
Poco después de que Pedro confesó la deidad de Cristo, Jesús predijo Su muerte de la siguiente manera,
“Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.” Marcos 8: 31
Por supuesto, Pedro, intentando mostrando su amor por Cristo, ingenuamente, sin haber aún comprendido el verdadero propósito de la venida de Cristo a la tierra, intenta convencer a Jesús para que esto no ocurra. De todos es sabido que Jesús reprende a Pedro con palabras muy duras, debido a que Pedro no se estaba sometiendose a la voluntad de Dios, sino a queriendo que sus deseos prevalecieran.
Esta es la verdadera diferencia entre los mártires y los demás. Estos grandes cristianos sabían cual era el verdadero propósito de sus vidas: hacer la voluntad de Dios. Las enseñanzas de Cristo son muy claras. Cuando les enseña a sus discípulos a orar les dice, “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (Mateo 6: 9-10).
Dios es el soberano del universo. Dios es el soberano de Su creación. Nada ocurre en este universo sin que Él lo haya decretado. Nuestra meta es entonces someternos a la sabiduría de Dios, y ha someternos a Su voluntad. Ahora, que ocurrió con estos mártires para que dieran su vida por Cristo?
Veamos el pasaje de Marcos 8,
“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.” Marcos 8: 34-38
Jesús está enseñando el porqué una persona va a entregar su vida por Él. La respuesta es: porque Cristo es el mayor tesoro en sus vidas. Estos hombres no se van a avergonzar de Cristo, porque ven a Cristo como el mayor tesoro que puedan tener. No hay nada que pueda ocurrir en sus vidas que pueda quitar de su vista a Cristo como su meta final.
Pablo, en su visita a Cesarea, y luego de que algunos cristianos intentan persuadirle de no viajar a Jerusalén, pues el Espíritu les había hecho saber que Pablo iba a ser arrestado, les dice,
“¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.” Hechos 21; 13
Pablo había visto a Cristo como su mayor tesoro, y su testimonio lo pone en evidencia,
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” Filipenses 3: 8
Qué ocurre cuando Cristo es nuestro tesoro? Lo que ocurre es que deseamos obedecer a Cristo, y testificar a todo el mundo lo que Cristo representa en nuestras vidas, y lo que Él ha hecho. Jesús nos dijo,
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” Marcos 8: 34-35
Esto no quiere decir que debamos ir a buscar nuestra muerte. Jamás! Lo que Cristo estaba enseñando es que aquellos que, como Pablo, no estiman ninguna otra cosa como de más valor que Cristo, salvarán sus vidas en la eternidad. Estas personas, estarían dispuestos a dar sus vidas por Cristo. Si alguien estima su vida más que a Cristo, no puede ser discípulo de Cristo (Lucas 12: 26-27).
Imitemos a estos grandes hombres y sin temor, sabiendo que el Dios soberano es nuestro Padre, y hará Su voluntad a través de nosotros. Nada nos puede ocurrir que Dios no lo haya decretado, por lo tanto sin temor proclamemos a Cristo, nuestro Salvador.
Continúe la serie aquí:
- Introducción
- Los apóstoles
- Ignacio de Antioquía
- Policarpo
- Justino el Mártir
- Blandina y los Mártires de Lyon
- Jan Hus
- William Tyndale
- El Mandamiento
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