Romanos 12: 10-21
“10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; 12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; 13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” Romanos 12: 10-21
Ahora, veamos la pregunta importante que nos trae el capítulo 12: Cómo se relaciona el llamado para amar, hacer la paz y tener paciencia; con el tiempo de nuestras vidas en donde el castigo y el sufrimiento parecen correctos? Veamos la respuesta:
Verso 9: “El amor sea sin fingimiento”
Verso 10: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal”
Verso 14: Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.”
Verso 17: “No paguéis a nadie mal por mal”
Verso 18: “estad en paz con todos los hombres”
Verso 19: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios”
Verso 20: “si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”
Verso 21: “vence con el bien el mal”
El mensaje más claro de este capítulo, y lo que responde a la pregunta hecha anteriormente es: Debemos amar a nuestros enemigos. Esto incluye, tratarlos mejor de lo que merecen. Jesús mismo lo dijo:
“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” Lucas 6: 27-31
Pero, porqué debemos amar a nuesros enemigos? Primero, porque revela algo de lo que Dios es, y Él es misericordioso.
“[Dios] que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Mateo 5: 45
“No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.” Salmos 103: 10
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32
Segundo, porque los corazones de los cristianos están enteramente satisfechos en Dios, y no son movidos por la venganza o la auto-exaltación, o el dinero, o la seguridad terrenal. Dios se ha convertido en nuestro tesoro, por lo tanto no necesitamos de enemigos, porque nada en este mundo tiene valor.
“el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.” Hebreos 10:34
El verdadero cristianos sabe que esta tierra no es nuestro hogar, sino que tenemos un hogar preparado por Cristo para el futuro, para vivir en Su gloria por la eternidad, y por lo tanto no hay necesidad de tener enemigos, por las cosas de este mundo.
La razón por la cual debemos ser misericordiosos con nuestros enemigos es porque eso despliega la gloria de Dios. Y eso hace lucir con esplendor a Dios ante los ojos de los hombres. Pero, hay algo importante que debemos saber. Dios es misericordioso, pero también es JUSTO. Ningún pecado será pasado por alto. Todo pecador será castigado, ya sea en Cristo para aquellos que se han arrepentido, o en el infierno para aquellas personas que han rechazado a Cristo. Entonces cuando nosotros devolvemos bien por mal, no es solo porque Dios es misericordioso, sino porque El es también justo. Nosotros demostramos Su misericordia y deferimos Su justicia.
Ahora, Dios comparte la aplicación de Su justicia con los hombres? La respuesta es sí. No es una contradicción, y lo podemos ver en los siguientes argumentos:
1. La Biblia nos enseña a disciplinar a nuestro hijos. Nos enseña a mezclar la misericordia, la justicia y el castigo de nuestros hijos.
“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” Salmo 103: 13
“No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá.” Proverbios 23: 13
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Proverbios 13: 24
Cuando un hijo deshonra a sus padres, la Biblia no dice que debemos solamente bendecirlos. No nos dice: “bendicelos y voltea la otra mejilla y olvida lo que te hizo.” No. La Biblia nos dice que debemos disciplinarlos si en verdad los amamos.
2. La Biblia enseña que el trabajador merece su salario y que el vagabundo no. Es decir, si un trabajador no cumple con su trabajo, el patrón está en todo su derecho de despedirlo, porque ese es el orden económico que Dios ha ordenado.
“Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. 2 Tesalonicenses 3: 10-12
Cuando Jesús y Pablo nos enseñan a pagar con bien el mal, no nos indican que debemos violar ese orden de la economía que Dios estableció, en donde cada uno gana por lo que trabaja.
3. La Biblia enseña que las autoridades de justicia están en derecho de utilizar la fuerza para castigar a los malhechores.
“De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. “ Romanos 13: 2-4
4. La Biblia enseña la disciplina en la iglesia a aquellos que intencionalmente continuan en pecado.
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.” 1 Corintios 5: 4-5
“Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.” 2 Tesalonicenses 3: 14
Pero, porqué estos argumentos no son una contradicción con el llamado a ser misericordiosos? Primero, porque estos llamados involucran a instituciones impuestas por Dios (familia, magistrados, iglesia) y no a individuos. Estas instituciones se manejan como representantes de una institución impuesta por Dios. La vida de una institución depende de llenar expectativas, y esto está ausente, la institución colapsa. Si Dios ordena una institución, también ordena que se haga justicia. Segundo, porque el motivo para mostrar justicia, debe ser el mismo para mostrar misericordia. Es decir, si no hay justicia entonces la misericordia es irreconocible. Cómo funciona esto? Usando un ejemplo de un maestro cristiano y un estudiante mediocre:
“Si un maestro tiene en su clase a un estudiante mediocre, y creyendo que debe ser misericordioso le da un 100 en la calificación, ese estudiante tiene un futuro muy negro por delante, pues el maestro no hizo justicia con él. Pero si por otro lado, el maestro le pone la nota que el estudiante se merecía, a pesar de que pueda quedarse de grado. Pero por esa aplicación de justicia, el maestro se queda después de clases para ayudar a ese estudiante a que pase de año, la misericordia se ve magnificada, y por supuesto Dios se ve magnificado en la vida de ese maestro cristiano.”
Ahora, quiero que veamo algo en el verso 12:
“gozosos en la esperanza; sufridos enla tribulación; constantes en la oración”
En el contexto bíbico, el gozo nuestro está en Jesús, nuestra esperanza es Jesús, nuestras tribulaciones o sufrimientos son con Jesús y nuestras oraciones son a través de Jesús hacia el Padre. Jesús es el elemento común de este verso.
Pero la tribulación es única en esta lista. Porqué? Pablo ha venido hablando de amor, gozo, esperanza. Porqué ahora de tribulación? Pues, porque la tribulación y el sufrimiento es la experiencia normal del cristiano. Parte de ese sufrimiento la compartimos con los no creyentes, como las enfermedades, desastres naturales, muerte, etc; y otros con los demás creyentes, como la persecución. El punto es que el sufrimiento y la tribulación son esperados en este mundo (Romanos 8:20-25).
Jesús es el hombre perfecto. El único hombre perfecto en amor y obediencia con el Padre, y aún así sufrió cosas inimaginables. Sufrió la ira de Dios puesta sobre Él por nuestros pecados. Qué más terrible que eso? Ninguno de nosotros tiene el derecho de sufrir menos que Cristo, o de experimentar menos tribulación que Él. Cuanod eso ocurre se llama: Misericordia de Dios. Ninguno de nosotros merece llevar las vidas de placer, lujos, paz, tranquilidad, que tenemos. Todo eso son misericordias de Dios. Cuando vamos a la cama y nos despertamos al día siguiente, no deberíamos pensar que ese aire que nos da vida es una bendición. Deberíamos pensar que es una misericordia de Dios para una raza humana que lo ha desechado como el soberano y creador de todo el universo.
Jesús vivió de aflicción en aflicción desde el principio. Un embarazo escandaloso; nació en un lugar donde alimentaban a los animales; odiado por políticos que quisieron matarle y or lo cual tuvo que huir su familia a Egipto. Ya adulto lo acusaron de sedición contra el Cesar y lo crucificaron, peron no sin antes masacrando su cuerpo casi hasta el borde de la muerte, con látigos, puñetazos, corona de espinas, etc. Así fue como nació el cristianismo, a base de persecuciones y sufrimiento. Jesús dijo: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mi, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:27), y “Si al padre de familia llamaron Beelzebú, cuánto más a los de su casa?” (Mateo 10:25). Y Pablo en Antioquía dijo: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hechos 14:22). Pedro de nuevo dijo: “Amados, no os sorprendais del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese.” (1 Pedro 4:12).
Pero no solo se vio en la iglesia primitiva, sino a través de toda la historia de la iglesia. Hombres como Crisóstomo, Atanasio, William Tyndale, inglés del siglo XVI a quien quemaron vivo por traducir la Biblia de latin al inglés. Y en la actualidad aún lo vemos. Ya porque nosotros llevemos una vida “tranquila”, llena de lujos, no quiere decir que hombres de Dios no están siendo crucificados, asesinados, azotados, en lugares como Kenia, Congo, Afganistán, Irán, etc. Pero nuestra mente no desea ver estas cosas.
Nuestras aflicciones se extienden desde el cáncer, tragedias naturales y hasta la muerte. Son todas normales y las cuales debemos experimentar hasta llegar al cielo. La navidad no es solo un llamado a celebrar, sino también es un llamado a sufrir en el nombre de Jesús. Cristo dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.” (Mateo 10:34-36).
Es decir, el mensaje de este verso no es que el gozo y la esperanza estén separadas del sufrimiento, sino que ocurren a pesar de él. Pablo quiere que veamos que el mal no es nuestro amo, sino que quiere que veamos que lo que Satanás trae para nuestra destrucción, Dios lo permite para nuestro bien. En el mismo acto de Satanás de tratar de quitarnos la paz y el gozo en nuestra vida, lo que hace es hacer más fuerte la raíz de nuestro amor y gozo en Dios.
Los cristianos tienen su esperanza, no en el ahora, sino en el mañana. En la vida junto a Cristo después de la muerte. El sufrimiento hace que la raíz sea más fuerte, lo que no puede hacer la vida llena de paz y tranquilidad. Pero, no estoy diciendo que Dios no tenga misericordia de algunos hombres y les de dinero y poder. Claro que eso ocurre! Pero debemos saber dos cosas: Primero que en el caso de aquellos que son pobres y no tienen mucho, deben saber que la esperanza está en el futuro, en Cristo. El presente es duro, pero nuestro gozo está en esa esperanza que viene. La gloria vendrá y hará valer nuestro sufrimiento. Segundo, los hombres con dinero y poder, deben saber que esas épocas de riqueza y placer apuntan al Creador y a la meta de ese placer que es Cristo. Deben saber que el placer que viven en esta tierra la viven para que sepan que lo que vendrá será infinitamente mejor que esta vida.
Sabiendo esto entonces, en un mundo perfecto, los ricos ayudarían a los pobres debido a que saben que tendrán mucho más en el cielo, y los pobres se gozarían de la ayuda porque saben que el gozo está en esa esperanza. Si nuestro futuro está en esa esperanza que es Cristo, no vivimos para hacer dinero, o tener fama y poder. No buscamos las cosas que se desvanecen con el paso de los años. Si nuestra esperanza es Cristo, somos libres para vivir para los demás. Somos libres para buscar primero el reino de Dios y Su justicia, pues sabemos que todo lo demás vendrá por añadidura (Mateo 6:33).
Y para ir concluyendo, quiero que analicemos los pasajes del 19 al 21. En el verso 19 se nos dice: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Aquellos que son maltratados no deben tomar la justicia en sus manos. Pero, es que no habrá justicia para ellos? NO. “dejad lugar para la ira de Dios”. Va a haber una venganza. Va a hacerse justicia. Todo va a ponerse al derecho, ya sea nuestros adversarios pagarán sus delitos en el infierno, si no se arrepienten, o sus pecados serán pagados en la muerte de Cristo si lo hacen. Todo el mal será castigado. En el universo de Dios, el perdón no significa que algunos pecados serán pasados por alto. Sino que esos pecados serán pagados en un substituto, Cristo Jesús.
Pero aquellos que rechazan a Cristo Jesús, sufrirán la ira de Dios ellos mismos. Llevarán la carga de su propio pecado. Y qué terrible va a ser eso! Dios es el único juez. Él y sólo Él ejecutará la sentencia sobre cada ser humano (Nahum 1:2; Deuteronomío 33:43). Esa es la naturaleza de Dios: Justicia.
Pero esto no quiere decir que debemos alegrarnos porque nuestros adversarios serán condenados. Sino que el comportamiento cristiano debe ser “vence con el bien el mal”. Cómo? Orar por nuestros enemigos, para que quizás Dios les dé el arrepentimiento y puedan ver la verdad (2 Timoteo 2: 23-25). La ira de Dios es algo que todos debemos temer, pues es algo terrible. Debemos temer cuando pecamos contra Dios. Pero lastimósamente eso es algo que la humanidad ha perdido: el temor a Dios:
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” Proverbios 1:7
“A Jehová de los ejércitos, a Él santificad; sea Él vuestro temor, y Él sea vuestro miedo” Isaías 8: 13
La ira de Dios será terrible contra aquellos que permanecen en desobediencia al llamado de unirse a Cristo. Muchos pasajes lo demuestran, pero quiero que vean en Apocalipsis:
“De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él [Cristo] las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.” Apocalipsis 19:15
En lugar de tomar la justicia en nuestras manos, debemos amar a nuestros enemigos, venciendo el mal con el bien. Porqué? Porque Cristo hizo lo mismo. Cristo murió por sus enemigos. Nuestros corazones estaban llenos de rebelión contra Dios (Romanos 8:7; Romanos 5:6-8) y la ira de Dios estaba puesta sobre nosotros a causa de ello (Romanos 1:18; Efesios 2:3; Juan 3:36).
Cristo vino a la tierra para morir. Morir para qué? Rescate. Rescate de muchas personas que aún siendo enemigos de Dios, habían sido predestinados para ser llamados hijos de Dios, adoptados a través de lo que Cristo hizo en la cruz. Jesús predijo en tres ocasiones su muerte, y en la última dio la razón:
“el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mateo 20:28
Nuestra deuda con Dios era infinita. Ninguno de nosotros podría haber pagado la deuda. Solamente el infierno por la eternidad, hubiera servido para apaciguar la ira de Dios. Cada uno de nosotros habíamos pecado infinitamente en contra de un Dios santo y justo. Ningún hombre podía siquiera pagar la deuda de otro hombre,
“Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás)” Salmo 49:7-8
Pero después el mismo salmo dice lo siguiente: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque Él me tomará consigo” (Salmo 49:15). Pueden ver la profecía dada en este salmo? Ningún hombre podía pagarle a Dios el precio por el pecado que cometimos en Su contra, pero Dios envió a Su Hijo Jesús, que es Dios, para que muriera por nosotros, y estando unidos a Él a través de la fe que Dios mismo nos dio, seamos unidos a Cristo y poder ser salvos del infierno. Es maravilloso como encontramos tantas promesas en la Biblia!
Debemos entonces soportar a los demás porque eso mismo hizo Cristo por nosotros. Amemos entonces a nuestros enemigos y oremos continuamente por nuestros familiares y amigos los cuales no conocen aún a Cristo, “por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de Él.” (2 Timoteo 25-26).