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Día del Señor 30

January 23, 2007

80. ¿Cómo se diferencia la Cena del Señor de la misa católico-romana?
La Cena del Señor nos declara que nuestros pecados han sido completamente perdonados por medio del único sacrificio de Jesucristo el cual Él mismo consumó en la cruz una vez por todas. La Cena del Señor también nos declara… que el Espíritu nos une a Cristo quien, con su mismo cuerpo, está ahora en el cielo a la derecha del Padre donde quiere que nosotros le adoremos. Pero la misa enseña que los vivos y los muertos no tienen perdón de pecados por el sufrimiento de Cristo, a menos que Cristo les sea diariamente ofrecido por medio de los sacerdotes también enseña… que Cristo está corporalmente presente en la forma de pan y vino, donde Cristo está, por lo tanto, para ser adorado. Así que la misa es, básicamente, nada más que una negación de aquel único sacrificio y sufrimiento de Jesucristo, y una condenable idolatría.[1] Matt. 26:28; John 19:30; Heb. 7:27; 9:12, 25, 26; 10:10-18. [2] I Cor. 6:17; 10:16, 17. [3] Joh. 20:17; Acts 7:55, 56; Heb. 1:3; 8:1. [4] John 4:21-24; Phil. 3:20; Col. 3:1; I Thess. 1:10.

81. ¿Quiénes deben participar de la Mesa del Señor?
Aquellos que tienen desagrado de sí mismos por causa de sus pecados… pero que sin embargo confían que éstos les son perdonados y que su continua debilidad es cubierta por el sufrimiento y la muerte de Cristo; y quienes también desean más y más fortalecer su fe y conducirse en una vida mejor. Pero los hipócritas y aquellos que no se arrepienten comen y beben juicio para sí mismos.

[1] I Cor. 10:19-22; 11:26-32.
82. ¿Deben ser admitidos a la Mesa del Señor aquellos que muestran por lo que dicen y hacen, que son incrédulos e impíos?
No, pues ello sería deshonrar el pacto de Dios y atraer Su enojo sobre toda la congregación. Por lo tanto, de acuerdo con la instrucción de Cristo y de sus apóstoles, la Iglesia cristiana está obligada a excluir a tales personas mediante el uso oficial de las llaves del reino, hasta que los tales corrijan su vidas.[1] Ps. 50:16; Is. 1:11-17; I Cor. 11:17-34.

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