Día del Señor 1
1. ¿Cuál es tu única fortaleza tanto en la vida como en la muerte?
Que yo no me pertenezco a mi mismo sino que pertenezco cuerpo y alma en la vida como en la muerte a mi fiel Salvador Jesucristo. Quien pagó completamente, con su preciosa sangre, por todos mis pecados y me libró de la tiranía del Diablo y además, de tal manera vela sobre mí, que ni un solo cabello de mi cabeza puede caer sin la voluntad de mi Padre celestial antes es necesario que todas las cosas obren para mi salvación. Por causa de que le pertenezco Él, por su Espíritu me asegura la vida eterna y me hace estar con un corazón bien dispuesto para que en lo sucesivo, yo viva para Él.[1] I Cor. 6:19, 20 [2] Rom. 14:7-9. [3] I Cor. 3:23; Tit. 2:14. [4] I Pet. 1:18, 19; I John 1:7; 2:2. [5] John 8:34-36; Heb. 2:14, 15; I John 3:8. [6] John 6:39, 40; 10:27-30; II Thess. 3:3; I Pet. 1:5. [7] Matt. 10:29-31; Luke 21:16-18. [8] Rom. 8:28. [9] Rom. 8:15, 16; II Cor. 1:21, 22; 5:5; Eph. 1:13, 14. [10] Rom. 8:14.
2. ¿Qué debes saber para vivir y morir en el gozo de esta fortaleza?
Tres cosas: Primero: Cuán grandes son mis pecados y miseria. Segundo: Cómo puedo ser librado de ellos. Tercero: Cómo debo agradecerle a Dios tan grande liberación.
[1] Rom. 3:9, 10; I John 1:10. [2] John 17:3; Acts 4:12; 10:43. [3] Matt. 5:16; Rom. 6:13; Eph. 5:8-10; I Pet. 2:9, 10.

