Introducción a la Teología: Características de las Escrituras–Necesidad
Con necesidad decimos que la Biblia es necesaria para conocer el evangelio, para mantener una vida espiritual, y conocer la voluntad de Dios, pero no es necesaria para saber que Dios existe o para conocer algo del carácter de Dios y las leyes morales.
Pablo dice,
“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10: 13-17
La conclusión de este pasaje es que la fe de salvación viene por escuchar el evangelio de Cristo. Sin la predicación del evangelio, nadie puede ser salvo. Pero alguién puede preguntarse, cómo eran salvos los santos en el Antiguo Testamento? Pues, ellos también eran salvos por medio de la fe en Cristo, a pesar de que su fe era hacia el futuro con respecto a la promesa de Dios con respecto al Mesías o el Redentor. Esto es claramente expuesto por el autor del libro de Hebreos (capítulo 11).
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.” Hebreos 11: 24-26
Dios a través de Su palabra siempre ha dejado en claro la salvación que vendría (para los santos del AT), y la salvación que vino (para los santos de esta era). Todos son salvos de la misma manera…por medio de la fe en Cristo. La más clara evidencia es el ‘protoevangelio’ dado por Dios en Génesis 3:15,
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
Pero, la Biblia es esencial para aquellos que desean mantener una vida espiritual. Jesús dice,
“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:4
Cuando un creyente deja de leer la Biblia, su vida espiritual decae, así como si dejara de consumir comida, su cuerpo desfallecería. La palabra de Dios es el alimento del alma. Es tan importante que Moisés le dijo al pueblo,
“Porque no os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.” Deuteronomio 32: 47
Pedro, además, le dice a los cristianos,
“desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” 1 Pedro 2:2
Otra verdad es que la Biblia es necesaria para conocer parte de la voluntad de Dios. Parte, porque Dios no nos ha revelado toda Su voluntad. Sin la Biblia, dependeríamos de nuestras conciencias, del consejo de otras personas, o por medio del Espíritu Santo. Esto, debido a que estamos corrompidos por el pecado no sería lo ideal. Por ello Dios nos dio Su palabra escrita. En ella nos define con exactitud Su voluntad (o su plan para la creación).
“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.” Deuteronomio 29: 29
La palabra de Dios nos ayuda a conformarnos a la ley de Dios, a lo que Dios quiere que seamos. Por ejemplo,
“Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová.” Salmos 119: 1
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.” Salmos 1:1-2
Esto no quiere decir que una persona no creyente no pueda conocer algo de Dios. Dios se ha manifestado en la revelación natural (creación), pero en un mundo lleno de pecado, la simple observación nos lleva a malas interpretaciones de Dios. Por ello es que necesitamos, como dijmos antes, la revelación especial. Pablo nos dice con respecto a esto,
“porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” Romanos 1: 19-20
Y nos aclara que debido a nuestro pecado, lo que Dios nos reveló lo hemos malinterpretado y hemos hecho ídolos de la creación, veamos,
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Romanos 1: 21-25
Aún sin la Biblia, todos los hombres que han existido han tenido en la creación a evidencia de que Dios existe, que Él es el Creador y que ellos son sus criaturas y tienen evidencia además d algunos de sus atributos y carácter. Pero debemos aclarar que este conocimiento no los puede traer a la salvación.
Pablo nos ayuda para entender que la Biblia no es necesaria para saber que Dios es justo y que Sus leyes son buenas, veamos,
“y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” Romanos 1: 26-31
Y que nos dice Pablo, después de darnos esta larga lista de pecados del hombre,
“quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.” Romanos 1: 32
Estos hombres descritos por Pablo, saben que lo que están haciendo es pecado, y que por ello merecen morir. Es decir, la conciencia de todos los hombres testifica acerca de los estándares morales de Dios. Debido a la esta revelación natural o general, la humanidad puede estar de acuerdo sobre el bien y el mal, y or lo tanto estar de acuerdo en lo que debe ser un patrón de conducta apropiado para una persona.
Todos los hombres saben en su corazón que son pecadores y que Dios, su creador, está ‘airado’ contra ellos. Pero aquí vemos otra diferencia entre el cristianismo y el resto de religiones. Sobre como la Justicia de Dios y Su Santidad pueden ser reconciliadas con Su deseo de perdonar los pecados. Esto sólo ha sido resuelto por la Biblia. El resto de las religiones profesan que para estar bien con Dios debemos hacer buenas obras para ganar Su aprobación.
La Biblia dice que debido a que nosotros somos pecadores, malvados y perversos, no hay nada que podamos hacer para merecer la salvación, debido a que todas nuestras justicias son como trapos de inmundicia (Isaías 64:6). La Biblia enseña que fue Dios quien proveyó la manera en que los hombres podían ser salvos, por medio de Su Hijo, quien es tanto Dios como hombre. Esto no pudo haber sido concebido por la mente de un hombre, sólo por la revelación especial de Dios.
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